Nuestras prácticas personales se basan en el trabajo con la materia a partir del estudio de las relaciones entre lo trascendente y lo radical. Un espacio conceptual en donde siempre hemos tenido una necesidad de perdernos, de unir lo desconocido y lo experiencial. Una forma de convivir y negociar con la duda, de crear nuevas preguntas, de escarbar en uno mismo y explorar en lo profundo de nosotros por medio de la desorientación, la soledad o los parajes extraños. Y una de las influencias que siempre ha estado ahí como soporte y nos ha ayudado como imaginario, ha sido el mar. Desde que éramos niños nuestra mirada ha penetrado en él, indistintamente de la distancia. Es como el principio y el final de todas las cosas, desde donde parten y donde concluyen, y así, para volver a comenzar. El mar para nosotros es la contemplación de lo radical, lo relativo a la raíz, lo fundamental o esencial. La experiencia radical como un enfrentamiento con los límites, con lo que no sabemos. Esa lucha del hombre con el misterio que difícilmente se puede expresar con palabras. Una experiencia que se sitúa en los márgenes y en el horizonte. Así, el mar es un receptor del tiempo, paradigma del movimiento y transformación constantes. Una inmensidad imposible de medir en su totalidad, pero que a su vez nos atrae y nos fascina como aquellos aventureros de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, que se adentraban en los mares y glaciares septentrionales buscado lo sublime de esos paisajes remotos.
La materia es la base de nuestra investigación plástica, es la actividad común en todas nuestras acciones, el elemento relevante en la búsqueda; un eje catalizador y estructurador de las pulsiones interiores que nos llevan a movernos entre el hacer y deshacer. Para nosotros el material es el vehículo a través del cual generamos algo todavía más importante que la propia obra, aquello que refleja su actitud ante las cosas. Nuestros trabajos conllevan la duda, y a su vez, la idea de pregunta. La literatura, el viaje o el archivo son algunos de los materiales con los que trabajamos desde el pasado, en busca de correspondencias con el futuro. Es una dualidad entre, el aquí́ y el ahora, que confronta con diversos objetos portadores de historias que negocian entre el paso del tiempo o la catástrofe. No trabajamos con narrativas unidireccionales, sino mediante acumulaciones espacio temporales, con las cuales enlazamos momentos a través de los estratos. Así como, vamos descubriendo mientras trabajamos memorias a partir del aura de los lugares, la arqueología de los materiales o la presencia del pasado por los diferentes paisajes que hemos conocido, pero siempre con el mar de nuestro lado.