La idea de una naturaleza romantizada como un escenario neutral se ha perdido; ya no es posible leerla únicamente como un recurso donde se desarrolla la actividad humana. Este concepto debe ser reemplazado por una reflexión más amplia y compleja, reconfigurando el pensamiento, que va más allá de los límites entre la estética, la ética y la política. De hecho, existe una belleza muy particular en la visión de la misma reclamando lo que es suyo en un futuro no muy lejano.

Pensar el paisaje después de un colapso y la posible contemplación de lo que puede venir más tarde, se podría construir desde la pasividad de la impotencia, la calma del suceso o la admiración por las fuerzas de lo desconocido. Esta relación, entre lo humano y la naturaleza, debe ser contemplada desde muchos puntos de vista, por ejemplo, desde lo extraño y lo espeluznante. Son perspectivas conflictivas que, sin embargo, encuentran su lugar y su atmósfera dentro del pensamiento contemporáneo. Estos conceptos están asociados al suspenso y al misterio, en la medida en que generan preguntas, temor y su vez, fascinación. Suelen adherirse a ciertos espacios o paisajes, y una de sus características principales es estar desprovistos de presencia humana, incluso se acercan a la ciencia ficción. No importa cuánto reconozcamos el valor de esta en la construcción de nuestro imaginario del futuro o en su potencial para decir del presente todo aquello que la supuesta conciencia realista no pueda expresar, ya que su influencia está ahí.

En este escenario, el artista puede entenderse como un receptor, un hermeneuta de una verdad que lo llama constantemente a reformular el mundo desde su propio ámbito. Esto es lo que propone José Luis Ochoa en su última exposición Vanishing lands. Las obras muestran una particular luz interna en paisajes de una corporeidad múltiple, que constituyen campos de energía complejos y que se revelan como una actividad de cambio, desorientación y desplazamiento. Estas Tierras que desaparecen forman imágenes fantasmas, que pierden su nitidez generando estratos y oxidaciones de variadas texturas y sensaciones. Son investigaciones plásticas en torno a la materia que combinan diferentes materiales que él mismo ha recogido por diferentes viajes a algunos de los lugares más septentrionales del planeta, como la sal, la lava, el hierro, etc.

En lugar de mirar al pasado, Ochoa quiere rescatar un futuro que no conoceremos. El arte no brinda la respuesta completa, pero nos ayuda a vislumbrar una parte. El artista trabaja en busca de nuevas narrativas en torno a lo que está sucediendo y podría suceder. Necesitamos saber cómo superar esta amenaza del tiempo, cómo llevar a cabo el duelo por un mundo que posiblemente nunca fue nuestro totalmente y cómo sobrellevar un mañana más o menos próximo, donde asegurarnos de que el planeta no implosione completamente.